Los Borincaneer (Borincanos) un carimbo imperial
Recientemente nos enteramos que el Congreso de Estados Unidos de América aprobó otorgarle la Medalla del Congreso a los que ellos califican o llaman como los “Borincaneer”. Refiriéndose a los soldados puertorriqueños que combatieron en sus guerras imperiales, especialmente en la guerra imperial que Estados Unidos de América (EE.UU.A.) llevó contra la nación de la República Popular Democrática de Corea entre el 1950 al 1953. Es decir quieren “honrar” a los que dieron sus vidas, resultaron, heridos, mutilados o locos mediante los pocos sobrevivientes por haberles servido como carne de cañón.
Como siempre, surgieron los cipayos y lambebotas del sector de los incondicionales al imperio de EE.UU.A. en Puerto Rico a darle loas y agradecimiento a quienes como esclavos los marcan o los marcaron para siempre con el carimbo imperial del colonialismo aceptándolo e internalizado hasta el alma.
Pero tanto el Congreso imperial como sus sirvientes pseudos puertorriqueños – que más bien son apátridas – olvidan intencionalmente que los llamados Borincaneer fueron reclutados por el imperio por la fuerza y el engaño con la connivencia del en cierne Estado Libre Asociado de Puerto Rico (ELA), la organización política que engendró ese entuerto: el Partido Popular Democrático (PPD), y su máximo dirigente (y máximo apóstata y apátrida del S. XX) Luis Muñoz Marín.
Olvidan intencionalmente que fueron muchos los jóvenes del Partido Nacionalista de Puerto Rico que cumplieron años de prisión por negarse a ingresar a las fuerzas imperiales gringas bajo dos fundamentos esenciales: que no tenían por qué pelearles sus guerras imperiales al propio imperio que ocupaba militarmente el territorio nacional de Puerto Rico; y porque la nación de Corea no le había hecho nada a la nación puertorriqueña. Entre esos jóvenes que cumplieron años de prisión está todavía con nosotros en vida Don Rafael Cancel Miranda, el “Titán Boricua”. Quien poco tiempo después de salir de prisión le reclamara – junto con Lolita Lebrón, Irving Flores y Andrés Figueroa - a tiros la independencia de Puerto Rico al Congreso de EE.UU.A.
Esa situación del Servicio Militar Obligatorio se extendió a los puertorriqueños hasta la Guerra Imperial contra la República de Viet Nam durante las décadas de los años sesentas y setentas del siglo pasado. Y esa guerra encontró la lucha libertaria e independentista en Puerto Rico en otra correlación de fuerzas nacional e internacional. El valiente legado de patriotismo y nacionalismo del Partido Nacionalista de Puerto Rico estaba presente y vigente; había surgido el Movimiento Pro Independencia (MPI) con una nueva estrategia y tácticas de lucha, el Partido Independentista Puertorriqueño (PIP) se había radicalizado bajo una nueva y joven dirección política; la Liga Socialista de Puerto Rico (LS) aportaba sus excelentes y atinados análisis de tácticas y estrategias y cuadros políticos (Pepito Marcano, Elizán Escobar, Ángel Cristobal Rodríguez) bajo el liderato del cialeño Don Juan Antonio Corretjer Montes; la lucha armada clandestina patriótica hizo acto de presencia; el comienzo del desgaste político del ELA y del PPD se manifestaba, mientras surgía a su vez un anexionismos virulento por conducto del Partido Nuevo Progresista (que de progresista solo tenía el nombre) en alianza con los miles de cubanos exilados derechistas y pro imperialista viviendo en Puerto Rico que con grandes capitales, descaradamente y sin recato alguno intervenían en la política puertorriqueña atacando el ideal de independencia y promoviendo la anexión a EE.UU.A. (Algún día se escribirá sobre tan dañina intervención y sus nefastas consecuencias).
Internacionalmente Viet Nam del Norte y el Viet Cong resistían al imperio y crecían política y militarmente; la Revolución Cubana se sostenía y se dimensionaba; surgía las diferencias ideológicas y estratégicas entre la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y la República Popular de China; la República Popular Democrática de Corea apoyaba a Viet Nam; nuevos países lograban sus independencias en África, América y Asia y modificaban la correlación de fuerzas en la Organización de las Naciones Unidas; y el imperialismo gringo se obstinaba en no ceder una pulgada de terreno bajo su influencia y/o control imperial. Demencialmente bombardeó el territorio nacional de Viet Nam del Norte y en donde “estaba” el Viet Cong. (Arrojó y detonó más bombas – de todo tipo – en Viet Nam del Norte que en Europa en toda la II Guerra Mundial.)
Mientras tanto en Puerto Rico seguía el imperio implementando la Ley de Servicio Militar Obligatorio. Los varones al cumplir 18 años de edad estaban obligados a registrarse en las Juntas de Reclutamiento Militar para que le dieran su credencial que era con la que podían probar su mayoría de edad y accesar a los lugares para adultos. El no registrarse era una violación a la ley e implicaba poder ser acusado, juzgado y condenado en la Corte Federal para Puerto Rico del imperio. Desde ese momento comenzaba el suplicio pues los clasificaba de acuerdo a su situación de estudios, desde SS hasta SSSS. Los clasificados SS eran los que iban a ser llamados a servir en las fuerzas armadas imperiales casi inmediatamente. Los SSSS eran los que estaban estudiando en universidades y quedaban eximidos de servir por 4 años siempre y cuando aprobaran 18 créditos universitarios con un promedio de 8.5. A los 4 años se les reclasificaban como SS con las consecuencias expresadas.
La guerra contra Viet Nam sacó a relucir las contradicciones de clases en la propia metrópolis como en el Estado Libre Asociado de Puerto Rico. Con el agravante para el último de que sacó a relucir como nunca su condición colonial. Los pitiyanquis anexionista reclamándole mayor entrega con la guerra imperial, y los independentistas señalándoles su pusilanimidad en la defensa de la juventud puertorriqueña y la falsedad de la supuesta defensa mutua con EE.UU.A. De inmediato, como por arte de magia, se llenaron la Guardia Nacional y la Guardia Nacional Aérea de Puerto Rico con los riquitos, los hijos y ahijados de los políticos coloniales porque esos cuerpos eran los últimos a activar para la guerra (Pregúntenle a Jorge Bush hijo), mientras los hijos del proletariado industrial y campesino llenaban las barracas del ejército imperial y comenzaban a morir en Viet Nam.
Lo anterior y una campaña sistemática de concientización por parte del MPI, PIP, y de la LS tuvo sus efectos positivos. Comenzaron a surgir cada vez más las protestas estudiantiles, especialmente en los recintos universitarios. En estas participaban por igual ambos sexos. La situación política contrario a los deseos de los del ELA se polarizó en todos los sentidos. Y en lo anterior tuvo que ver mucho la campaña de no ingresar a las fuerzas armadas gringas que luego se extendió a la no inscripción.
Y todo comenzó inesperadamente con un maestro de escuela elemental de nombre Sixto Alvelo (que oficialmente no pertenecía a ninguna organización patriótica). El joven maestro al ser llamado para ingresar obligatoriamente al ejército de EE.UU.A se negó a ingresar bajo el fundamento de que era una inmoralidad ingresar en el ejército imperial que había invadido a su patria y que detentaba ilegalmente la soberanía de su patria para irle a pelear su guerra imperial. Sixto no recurrió a que lo eximieran por fundamentos religiosos como otros lo hicieron en EE.UU.A. (caso de Muhammad Ali). Sixto de negó a ingresar bajo el fundamento anterior sabiendo que lo podían sentenciar a 10 años de prisión por tal decisión. Estableciendo así el precedente que seguirían aquellos que se rehusaron a ser lo que hoy llaman Borinkeneers.
Espontáneamente surgieron los Comités de Defensa de Sixto Albelo que en un principio tenían como finalidad respaldar políticamente al maestro, pero que la misma dinámica lo llevó a educar sobre la guerra, apoyar a Viet Nam del Norte y el Viet Cong; y sobre las implicaciones de negarse a ingresar a las fuerzas armadas imperiales. Y así comenzó un proceso que se fue extendiendo en formas y contenidos, tácticas y estrategias en Puerto Rico al igual que en EE.UU.A.
Gran parte de las generaciones jóvenes saben de las confrontaciones políticas y hasta armadas en Puerto Rico que costaron vidas en ambos bandos. Lo que, a nuestro entender, la mayoría de ellos no saben es la dinámica del proceso de negarse a ingresar al ejército imperial. De lo cual queremos dejar aquí constancia como un tipo de legado de lucha para aquellos que están y tendrán que asumir el relevo generacional patriótico y libertario. A los cuales el imperio les puede querer imponer el servicio militar obligatorio.
El legado es el siguiente de acuerdo a la información que nos proveyera el compañero Moncho O’Neill (Uno de los que se negó a ingresar al ejército imperial) Todos sabían que cuando se tenía la clasificación SS en cualquier momento te podía llegar la notificación de que te presentaras a “Fort Brooke” (hoy Centro Cultural Ballajá) en el viejo San Juan. Una vez te notificaban que te presentaras a reclutamiento tenías dos opciones: ir o no ir al proceso de reclutamiento. Si no ibas sabía que en cualquier momento iban a arrestarte los del F.B.I., brazo represor del imperio, quienes tenían un expediente completo de todos los estudiantes varones puertorriqueños. Si te presentabas comenzaba el proceso mediante el cual ellos determinarían si te ingresaban o no. Una vez dentro del Fuerte Brooke y debidamente identificado te tenías que desnudar para que fueran haciéndote el examen físico en diferentes salones. En uno te examinaban los pulmones y te hacían una marca en la espalda. En otro te examinaban el corazón y te hacían una marca en el pecho. En otro te examinaban la vista oídos y te hacían una marca en la frente. En otro te examinaban el ano y te hacían una marca en las nalgas. Y así por el estilo, como si fuera una res camino al matadero, hasta que terminaban el examen médico.
Luego de eso te vestías y te llevaban a un salón en donde te sentabas en una mesa a contestar unos cuestionarios. En uno de ellos estaban escritos los nombres de partidos políticos y organizaciones políticas de EE.UU.A. y de Puerto Rico. (El único de Puerto Rico era el Partido Nacionalista de Puerto Rico) los cuales tenían unos encasillados que tenías que marcar. Decían: pertenezco, no pertenezco, pienso pertenecer, y no pienso pertenecer. Y en ese momento se tenía que tomar la primera seria decisión. Porque si te negabas a contestar fundándote en que eso era anti constitucional porque violaba el derecho constitucional de libertad de asociación política ellos sabían que ibas a negarte a ingresar al ejército e inmediatamente te segregaban del grupo - que como norma eras de 100 a 150 varones – para que no influyeras en ellos. Te aislaban en un salón en donde de vez en cuando aparecía uno o dos sargentos a tratar de intimidarte mediante amenazas. Para desgracia de los aislados los que más trataban de intimidarlos eran los sargentos que se llamaban puertorriqueños.
Posterior de esperar un tiempo el o los aislados (aunque fueran varios los que se negaran a llenar el documento mencionado los mantenían aislados entre ellos) los integraban al grupo original en un salón grande al que llamaban el Salón de las Banderas en donde estaban todas las banderas de los diferentes cuerpos castrenses del imperio. Y frente a las banderas un atril con micrófonos en donde estaba parado el oficial gringo de mayor grado. A los futuros carne de cañón los formaban en dos o tres líneas indias (uno detrás del otro) Y comenzaba la etapa de ingreso a las fuerzas armadas gringas. Llamándolos uno por uno por su nombre y apellido paterno. El llamarlos por su nombre iba acompañado de la expresión “United State Army”. Entonces el futuro carne de cañón – que ya estaba instruido y amendretado por los militares presentes – daba un paso al frente. Y con ese simple acto pasaba a ser parte de las fuerzas militares del imperio.
Aquellos que se negaban ingresar al ser llamados no daba el paso adelante y decían “NO VOY”. Y acto seguido el oficial de mayor rango (que en mi caso fue un capitán negro) le leía por tres ocasiones la siguiente letanía: “Usted está violando el o los artículos tales de la Ley Federal de Servicio Militar Obligatorio lo que conlleva una multa de $10 mil dólares y hasta 10 años de prisión”. Mientras uno se negaba a ingresar por tres veces consecutivas no dando el paso y diciendo NO VOY, se iban haciendo presentes en el Salón de las Banderas varios hombres de 30 a 40 años, de unos 6 pies de alto, vestidos con traje y corbata tipo uniforme, gesto facial rígido, pelo corto, bien afeitados y pistola al cinto. No tenían identificación pero todos sabían que eran del FBI.
Terminada la última negativa de ingresar los del FBI hacían acto oficial de presencia, se identificaban y te esposaban con esposas metálicas en las muñecas con los brazos atrás. (Apretadas para que te cortaran la piel) Dos de ellos te tomaban por los brazos y te llevaban al Tribunal Federal Imperial para Puerto Rico. Allí el juez de turno determinaba – en un procedimiento en inglés - si te dejaba bajo custodia de tu abogado o bajo fianza. Y te señalaba fecha para el enjuiciamiento que sería en inglés por violar una ley yanqui en la que los acusados y el pueblo de Puerto Rico no habían participado en su aprobación en forma alguna. ¡Puro imperialismo!
A primera vista lo antes descrito por Moncho O’Neill se puede entender como algo sencillo, pero implicaba un serio desafío a la autoridad imperial y una seria toma de conciencia nacional para negarse a servirle al imperio que detentaba ilegalmente la soberanía de la Patria. No debió ser fácil para los jóvenes de 18 a 24 años (como promedio) negarse a ingresar por tres veces consecutivas cuando le hacían la advertencia de rigor de que le podía costar 10 años de su vida y $10,000.00 dólares de multa. Y hacerlo dentro de una base o fortaleza militar imperial, rodeado de fornidos militares y veteranos de guerras, quienes intentaban intimidarlos verbal y físicamente, y quienes estaban secundados por miembros del FBI. Siendo todos parte del Estado imperial de EE.UU.A. que se encontraba en plena guerra imperial.
Según Moncho O´Neill ¡¡HABÍA QUE TENER MUCHA GLÁNDULAS REPRODUCTORAS Y MUCHA BABILLA PARA QUE NO TE TEMBLARA LA VOZ NI LAS RODILLAS AL MOMENTO DE NEGARTE!!
Moncho recuerda que de tres que se habían rehusado a contestar el cuestionario de pertenencia política uno, el más grande de los tres, se rajó al momento de negarse a ingresar. Y el que creía que se iba a rajar, un chimicuí por lo bajito y flaco que era, se mantuvo firme en Ballajá y en el Tribunal Federal para Puerto Rico.
La táctica de negarse se extendió como llamarada en sabana seca, fueron cientos los que siguieron el ejemplo del maestro Sixto Albelo y otros tantos los que se negaron a inscribirse a los 18 años. La capacidad de juzgar por parte del Tribunal Federal Imperial para Puerto Rico fue rebasada por mucho y el imperio vivió el desafío abierto de los que no querían ser carne de cañón, quienes impugnaban la presencia imperial y quienes reivindicaban a su vez el derecho de su Patria a ser libre y soberana.
Esta táctica unida a otras políticas y armadas tuvo como resultado que el Tribunal Federal Imperial para Puerto Rico no señalara fechas de procedimientos y con ello fueran archivadas por inacción las cientos de negativas de ingresos a las fuerzas armadas imperiales. Y que se dejara, en los hechos, de aplicar la Ley Federal de Servicio Militar Obligatorio a los jóvenes puertorriqueños hasta el presente.
Hoy que el imperio está por imponerle a los sobrevivientes de la Guerra de Corea, a los llamados Borinkeneers, el carimbo de la Medalla del Congreso hay que considerar seriamente imponerle a los que se negaron a ingresar en las fuerzas armadas imperiales la Medalla de la Patria Borincana. Nosotros, en este momento, simbólicamente, lo hacemos con el mayor de los respetos a esos que tuvieron los tamaños en sus glándulas reproductoras y la suficiente babilla para que no le temblara la voz ni las rodillas.
Como corolario incluimos estas anécdotas de Mocho O’Neill vinculada con su negativa a ingresar a las fuerzas armadas gringas: “Fíjate Carlos, si teníamos razón en nuestra posición política que semanas después de negarme a ingresar me encontré de casualidad con el negro capitán gringo en una barra de un salón de un hotel del Condado. Nos cotejamos con las miradas y el rompió el silencio expresando que me conocía. Y sacó a relucir que él fue quien me leyó la letanía al momento de negarme. Eso me puso en alerta por si había que emular a los campeones de boxeo Carlos Ortiz y Chehuí Torres. Pero el capitán me desarmó cuando me dijo que si él fuera puertorriqueño se hubiese negado como yo”
“Contrario a esa razonable actitud del negro capitán gringo, en la Universidad de Puerto Rico me votaron inmediatamente de mi trabajo como si fuera bolsa de excremento. Y lo hizo mi jefa. Una negra puertorriqueña, tan negra o más que el negro capitán gringo. Quien seguramente, de estar viva, estará aplaudiendo al Congreso gringo (no por negra, sino por colonizada. A menos que haya adquirido conciencia patria) por otorgarle el carimbo de la Medalla del Congreso a los Borinkeneers.”
O sea mi apreciado Moncho, que además de jugarte 10 años de cárcel y $10,000.00 dólares de multa te quedaste desempleado. Pero como debes de saber, esos son gajes del oficio. Son los hechos que curten el espíritu para resistir los vendavales de la lucha libertaria.
En Palo Blanco, Guerrero, México, a 1 de abril de 2016.
Por Carlos Rivera
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