viernes, 10 de abril de 2015

Ramón E. Betances Alacán y el anarquismo (I)

Ramón E. Betances Alacán y el anarquismo (I)
                                                                                      

  Por Ramón O’Neill Santos



En esa silla en donde estás, estuvo sentado Angiolillo
RAMÓN E. BETANCES

Cuando aflora el nombre del Dr. Ramón Emeterio Betances Alacán en la mente de la nación puertorriqueña, lo primero que resalta es su participación en el proceso abolicionista en Puerto Rico en el siglo XIX, donde se acentúa su aspecto humanista en unión de Segundo Ruiz Belvis, ante la pila baustimal, donde mediante pago de veinticinco pesos macuquinos compraba la libertad de los infantes negros.1
Ese actuar en pro de la manumisión de los mencionados, unido a su atención médica gratuita a los pobres en general, dio lugar a que lo llamaran en un principio el “Padre de los Pobres”.2
Eso ha sido acentuado por sus detractores con el ánimo de opacar el aspecto revolucionario que el propio proceso abolicionista implicaba: el estremecimiento de toda la estructura política-económica-colonial que existía entre el archipiélago borincano y el imperio español. Basta tomar conocimiento del contenido de la famosa proclama revolucionaria que llamó: “Los Diez Mandamientos de la Libertad” (15-II-1867) y su participación en el “Grito de Lares” (23-IX-1868), para confirmar lo expresado.3
Tuvo la fortuna de estudiar medicina en Francia, en una época turbulenta. Al término de sus estudios regresa a su lar nativo en 1853, para volver a Francia en 1872, luego de ser desterrado de Puerto Rico por el General español Marchessi en 1867 en represalia por su conducta abolicionista y separatista;4 y posterior a vivir proscrito en República Dominicana, Haití, San Thomas y Nueva York, lugares que le sirvieron de retaguardia en su lucha.5
En Francia residió hasta su fallecimiento. Allá pudo ejercer su genio científico y literario que le produjo fama, prestigio y fortuna mientras desarrollaba otra faceta: la de diplomático, al representar al Gobierno Revolucionario de Cuba en su segunda etapa insurreccional (1895–98). Agente Diplomático de Cuba en París. Nombramiento otorgado en reconocimiento a su dirigencia en el “Grito de Lares”; por la defensa de las soberanías de Haití y República Dominicana; por su apoyo a la independencia de Cuba (y con ella la de Puerto Rico) en la Guerra de los Diez Años (1868-78) y por la visualización y promoción de la Confederación Antillana.6
Bien sabía Tomás Estrada Palma (quien fue electo Delegado General del Partido Revolucionario Cubano el 10 de julio de 1895, luego de la muerte de José Martí Pérez el 19 de mayo de 1896, en Dos Ríos, Cuba),7 el nombramiento que le ratificaba el 2 de abril de 1896.8 En una Francia donde coexistían las más variadas tendencias filosóficas y políticas, desde el republicanismo con su democracia y economía burguesa, hasta el anarquismo con su democracia y economía libertaria. Anarquismo en abierta confrontación con el republicanismo, con las monarquías y con el socialismo materialista, al cual llamaban: “autoritario”.
Anarquismo que tenía profundas raíces en Europa, especialmente en Italia, Francia, Rusia y la propia España; con seria presencia en América, sobresaliendo en Cuba, Argentina, Estados Unidos, México y Puerto Rico.9 Un anarquismo tan o más enlazado a nivel internacional que el propio socialismo marxista. Con las diferencias de que eran antiestado y antipartido; y que recurrían a la acción directa mediante “organizaciones secretas”, donde, de acuerdo a las circunstancias, sus miembros actuaban en sabotajes y atentados contra la vida de personajes relevantes, como táctica de influir en los procesos sociales de acuerdo a sus enfoques estratégicos.

Su presencia en España

Desde 1868 el anarquismo existía en España, cuando Fanelli, discípulo de Miguel Bakunin, llega a Barcelona y, junto con Anselmo Lorenzo, funda los primeros grupos internacionalistas que, en 1869, envían a dos delegados españoles al Congreso de Basilea de la Primera Internacional, representando a 195 sociedades y a más de 25,000 miembros, quienes en 1870 celebran el Primer Congreso Español, que en 1873 contaban con 300,000 agrupados, no obstante a que en el Congreso Internacional de La Haya de 1872 se diera la ruptura entre Marx y Bakunin, siendo este último expulsado.10
Ácratas que sufren la represión brutal del Rey Alfonso XIII y de la Reina María Cristina, los mismos que atentaron contra la vida del Rey en 1878, y que en 1882 son castigados con ocho sentencias de muerte y más de 300 largas condenas a algunos de sus dirigentes. Ácratas que en 1891 agitan a los campesinos de Andalucía y se apoderan de Jerez, sufriendo por ello encarcelamiento y tortura, y que en 1892 sufren ejecuciones por las actuaciones combativas de sus miembros Pallas y Santiago Salvador, además, en 1894, sufren feroz represión policíaca dirigida por el General Valeriano Weyler quien, posteriormente, reprimiera a los cubanos y sus aliados puertorriqueños.11

La Víbora de Asnieres, ácratas y Betances

Los ácratas europeos solían reunirse en el Club Anarquista Internacional, cuya puerta era un muro de contención para los periodistas, excepto para el puertorriqueño refugiado en París, Francia, Luis Bonafoux Quintero, conocido como la “Víbora de Asnieres”.12 Bonafoux fue el primer periodista en describir sus reuniones que por entonces se verificaban en “Trafalgar Square”.13 Amigo íntimo del famoso teórico anarquista italiano Enrique Malatesta, al cual describía como “un obrero inteligentísimo, ilustradísimo y excelente de corazón”, y con quien mantenía correspondencia periodística que le era violada.14
Malatesta, a su vez, era compatriota y “compañero” de Miguel Angiolillo, solidario con sus compañeros encarcelados por el Ministro Cánovas, en el Castillo de Montjuich, Barcelona, en cuya población penal se encontraban, por igual, anarquistas europeos e insurrectos antillanos; en donde sería encarcelado, en enero de 1898, el General del Ejercito Libertador de Cuba, el puertorriqueño del pueblo de Mayagüez, Juan Rius Rivera. 15
Mientras tanto, Betances (cercano a los setenta años) desempeñaba su nuevo nombramiento, ejecutando varias funciones: escritor, periodista, proselitista, médico, recaudador de fondos, alimentista de prisioneros políticos y de guerra, y conspirador por excelencia.16
Estaba muy consciente de la política de España en las Antillas. Tenía presente la estrecha relación entre el Primer Ministro del Consejo de Gobierno de España, Antonio Cánovas del Castillo y de su protegido político y posible sucesor, el General Valeriano Weyler.
Igualmente estaba consciente de cómo Cánovas había intentado impedir la presencia de los delegados puertorriqueños a la Junta de Información de Madrid, el 30 de octubre de 1866, buscando evitar la manumisión de los esclavos, así como de su posible participación en la muerte del Delegado más sobresaliente en el asunto, Segundo Ruiz Belvis, acontecida en Chile, el 3 de noviembre de 1867. Y  de su obstinación en mantener la monarquía imperial, mientras les negaba a sus conciudadanos los derechos, de cómo los encarcelaba en Montjuich, donde se les torturaba y asesinaba; mientras que a los antillanos les negaba, no sólo la independencia, sino la colonia con cadenas largas: la autonomía.17
Sabía que Weyler había llegado con 200,000 soldados a Cuba para tratar de impedir el triunfo de la insurrección; de su política militar de mano dura y de su famosa orden de concentración de pacíficos de 1897, que obligaba a la población rural –bajo pena de muerte– a concentrarse en las ciudades, con objeto de privar a los insurrectos de su apoyo.18
Conocía la posición política del ex Ministro Pí y Margall en pro de la independencia de las Antillas y de los coqueteos del ex Ministro Praxedes M. Sagasta, con la posibilidad de la autonomía para las islas como alternativa pacificadora; no obstante al incumplimiento de las reformas incluidas en el Convenio de Paz del Zanjón, del 10 de febrero de 1878, que dio por terminada la Guerra de los Diez Años, comenzada con el Grito de Yara.19
Sabía de las pretensiones de Estados Unidos (EE.UU.) que esperaba el desangre de los beligerantes para nutrirse de su desgracia.20 Previno su desarrollo imperial previo a José Martí. Y se antepuso a la interpretación de la Doctrina Monroe: “América para los americanos”, lo que debe entenderse como la Doctrina Betances: “Las Antillas para los antillanos”, antecediendo a las doctrinas: Drago, Calvo, Carranza y Estrada, que posteriormente izaran como banderas Nuestra América, en defensa de sus soberanías.
Doctrina que reconocía el derecho de las naciones a su soberanía e independencia, sin considerar su dimensión territorial ni sus recursos naturales.21
Esa era la visión aguda del prócer puertorriqueño de la beligerancia iberoantillana. Acechada por el enemigo del norte en connivencia con la Inglaterra imperial, bajo la observancia de los imperios austro-húngaro, alemán y zarista, todos ellos con sus respectivos procesos sociales.22
Mientras tanto, su domicilio en París le servía de despacho y consultorio. Su fama le amparaba. Recurrían a él todo tipo de antillano perseguido, refugiado y enfermo; también todo tipo de español bajo similares condiciones, uno de ellos, Manuel Ruiz Zorrillas, ex Presidente del Consejo de Ministros, quien en 1872 aprobara la solicitud de la abolición de la esclavitud en Puerto Rico.23
Las visitas eran muchas y variadas. ¡Al fin y al cabo era un centro conspirativo por excelencia! Una de ellas fue la de Angiolillo. Presentado a El Antillano, por primera vez, por el anarquista Carlos Malato.
Angiolillo era italiano al igual que Malatesta, el que era amigo íntimo de Bonafoux. Quien también era amigo íntimo de El Antillano, y quien fuera clasificado como anarquista por los centros de poder en España.
Bonafoux, el que le abría espacios periodísticos a Malatesta, y a quien Betances le confiara sus escritos, ensayos, obras, apuntes y correspondencia en víspera de su muerte.24 El que tuvo la primicia de la fuga del General Calixto García, de Madrid; al que Malatesta le concedió la única entrevista exclusiva de la ejecución del Rey Humberto de Italia. El también amigo de Carlos Malato.25
¿Cómo conoció el patricio Betances al ácrata Carlos Malato? Se valen las reflexiones.26

¿Qué conversaron Angiolillo y Betances?


Angiolillo le dejó saber a Betances de su intención de cometer un regicidio en la persona de la Reina Regente y en la de su hijo heredero, para vengar a los encarcelados, torturados y sentenciados en el presidio de Montjuich, por los sucesos acontecidos en Barcelona.
Según la información contenida en la nota 4 del capítulo 1 del libro Historia política de la España contemporanea, 1897-1902, Melchor Fernández Almagro, Alianza Editorial, Madrid, España, tomada del libro Mis Relaciones con Máximo Gómez, Oreste Ferrara, La Habana, Cuba, 1942, pp. 49-52:
“En efecto, Angiolillo, salido de Italia, entró de lleno en el movimiento anarquista, creyó poder suprimir estos males, agigantados en su imaginación, matando a la Reina de España y, posiblemente de un golpe, también a su heredero, todavía niño. Angiolillo, después de pocas palabras, convenció al Delegado cubano de su sinceridad. No pedía más que los gastos del viaje para trasladarse a España, no pedía nada que pudiera dejar huella de la participación de su favorecedor en el delito que iba a cometer, no deseaba que le indicaran ningún nombre de persona que en España le pudiera ayudar. Él iría solo, corriendo todos los peligros.”
“…Betances, entró en materia y explicó a Angiolillo que la muerte de un niño y una mujer no haría prosélito para su causa en el mundo hispanoamericano, que ellos no tenían verdadera influencia en la gobernación de España. El nombre de Cánovas, que a la sazón era presentado en los periódicos radicales como el causante máximo o único de todos los males, saltó espontáneamente en la conversación, y Angiolillo le escogió de víctima propiciatoria… Betances, viejo conspirador, no aceptó el proyecto. Angiolillo se despidió diciéndole que él, de todos modos llevaría a cabo el asesinato de Cánovas… Al día siguiente de la última que puede haber sido la primera, envió anónimamente a donde vivía Angiolillo 500 francos, o sea la suma pedida en la entrevista.”
Hay que tener presente que Betances era un curtido conspirador revolucionario por mas de treinta años y que en ese momento Cánovas era el responsable de cinco penas de muerte, trece de cadena temporal y siete de diez años y un día de presidio por el suceso anarquista de la calle Cambios Nuevos, de Barcelona.27

Cánovas con su destino

En virtud a la información del libro Cánovas, su vida y su política, de Melchor Fernández Almagro, pp. 624-628, citada en la nota número 3 del capítulo 1, del libro antes mencionado, sucedió lo siguiente:
“El 8 de agosto de 1897 se encontraba Cánovas en el Balneario de Santa Águeda, de aguas medicinales, para tratar su glucosuria. Poco después de las doce y media, el señor Cánovas salió con su señora de sus habitaciones que se encontraban en el piso principal, y se dirigió al comedor, que está situado en la planta baja. En la escalera se encontraron a una señora conocida. Detúvose a hablar con ella la señora Cánovas y éste se adelantó. Inmediatamente a la escalera hay una gran galería que da al jardín y por la que se tiene que pasar para ir al comedor…
En esa galería existe una porción de bancos. El señor Cánovas se sentó en el primer banco, que se hallaba muy próximo a la puerta que da acceso a la escalera, sacó su periódico y se puso a leer. Entonces, el asesino que, sin duda lo estaba espiando, se acercó y apoyándose en la puerta, le disparó casi a quemarropa un tiro. La bala atravesó la cabeza del señor Cánovas, entrando por la sien derecha y saliendo por la izquierda.
Al primer disparo siguieron otros dos. Por efecto del primero, el señor Cánovas se incorporó, yendo a caer a unos tres metros de distancia del banco. Al incorporarse, le disparó un segundo tiro el asesino. La bala entró por el pecho y salió por la espalda, cerca de la columna vertebral. El tercer disparo fue hecho estando el señor Cánovas ya en el suelo. Esta bala entró por la espalda.
La señora de Cánovas bajó apresuradamente la escalera al oír los disparos y se encontró a su esposo tendido boca abajo en medio de un charco de sangre, y al asesino junto a él, con el revólver en la mano. Llena de espanto y de indignación ante cuadro tan aterrador, se dirigió al asesino increpándole. El asesino, sin alterarse, se dirigió a ella diciéndole: a usted la respeto porque es una señora honrada, pero yo he cumplido mi deber y estoy tranquilo, he vengado a mis hermanos de Montjuich…
La policía del lugar llegó y detuvo a Angiolillo sin que este opusiera resistencia.
Fue juzgado en juicio sumarísimo y ejecutado el 20 de agosto.”28
El asesinato, para unos, y ajusticiamiento para otros, conmovió al mundo entero y estremeció a toda España en su política interior y exterior.
PRIMERA DE DOS PARTES
____________________
1 Betances, Ramón E., Casa Nacional de la Cultura, I. C. P., San Juan, Puerto Rico, 1980, p. 20.
2 Ciarlo, Héctor, Esquema histórico de Puerto Rico, Cordillera, San Juan, Puerto Rico, 1977, p. 132.
3 Ibídem, cc. XIV y XV.
4 El 7 de junio de 1867 se produjo un motín militar entre los artilleros de la guarnición de San Juan, Puerto Rico. Días antes habían llegado de España los comisionados puertorriqueños que participaron en la Junta Informativa decretada por el Gobierno español, donde los comisionados pidieron la emancipación de los esclavos en forma inmediata.
Eso preocupó mucho al Capitán General de Puerto Rico, Marchessi, pues ya sabía de la existencia de la logia masónica Unión Germana desde 1866, de la cual Betances era miembro y de la logia Yaguez, en la cual trabajaron con él, Ruiz Belvis, Juan Sagardía, los hermanos O’Neill, fomentando el separatismo.
Marchessi tomó medidas extraordinarias decretando el destierro de catorce personas, entre éstas, nueve puertorriqueños y cuatro extranjeros. Suárez Díaz, Ada, El Antillano, Biografía del Dr. R. E. Betances, 1827-98, Centro de Estudios Avanzados de Puerto. Rico y El Caribe, San Juan, Puerto Rico, 1988, cc. IV y V.
5 El Antillano…, c. V.
6 Ibídem, c. VIII; Betances, R.E., Vigencia política de Betances; Concepción, Gilberto, Esquema histórico de Puerto Rico, c. XV.
7 Morales Pérez, Salvador E., Sánchez Andrés, Agustín, Diplomacia en conflicto, Centro de Investigaciones Científicas “Ing. Jorge L. Tamayo”, A. C., 1998, p. 211; López, Francisca, José Martí, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Ediciones Michoacanas, México,1995, p. 69.
8 El Antillano…, p. 229.
9 Plá, Alberto J., Introducción a la historia general del movimiento obrero, Tierra del Fuego, México; Historia del mundo contemporáneo, Akal, España.
10 Fernández de Castro, Ignacio, De las Cortes de Cádiz al posfranquismo, v. 1, El Viejo Topo, España, 1980; Bakunin, M., La Internacional y La Alianza en España; Nettlau, Max, La piqueta, España.
11 Roig de Leuchsenring, Emilio, Cuba no debe su independencia a los Estados Unidos, Oriente, Santiago de Cuba, 1975, p. 17.
12 Dicenta, José Fernando, La Víbora de Asnieres, Gráfica Elica, España, 1974, p. 261.
13 Ibídem.
14 Ibidem, p. 247.
15 Ojeda, Félix, Rompiendo lanzas por la libertad de Cuba, p. 137.
16 El Antillano…, p. 245.
17 Ibídem, p. 72.
18 Ver nota 12.
19 Azcárate, Pablo de, La Guerra del 98, Alianza Editorial, Madrid, 1968, p. 14; El Antillano…, nota 411; La Víbora…, pp. 221-24.
20 El Antillano…, nota 411. El 1º de abril de 1870, Betances le escribe al Gral. José Ma. Cabral: “No puedo terminar mi carta sin recordarle el principio que es mi objetivo y el de todo verdadero patriota. A los falsos intérpretes de la Doctrina Monroe debemos contestar siempre: ‘¡Sí! la América para los americanos; pero Las Antillas para los antillanos’.” (Betances, Luis Bonafoux, p. 91), El Antillano…, op. cit.; Diplomacia en conflicto, pp. 201-202; Fabela, Isidro, Obra Diplomática, v. II, Doctrina Drago, Doctrina Carranza; Fabela, Isidro, Política interior y exterior de Carranza, v. XIII, Obra Histórica, Doctrina Estrada, México; Enciclopedias de México, t. V, p. 2596, Compañía Editorial de Enciclopedias de México, S. A. de C. V.; El Antillano…, nota 564.
21 El Antillano…, nota 587.
22 Introducción a la historia general del movimiento obrero, pp. 79-105.
23 El Antillano…, nota 495.
24 La Víbora, p. 232.
25 La Víbora, pp. 243 y 261; El Antillano…, c. XI, p. 231, p. 221; La Víbora…, c. VII.
26 Betances debió conocer a Malato por conducto de Bonafoux, por la amistad de éste con ambos y con Malatesta, uno de los teóricos anarquistas más respetables en ese momento. No le debió preocupar la reacción de Betances de conocer a Malato y por éste a Angiolillo, ya que Betances era un revolucionario.
27 Historia política de la España contemporánea, nota 5, c. 1.
28 Ibídem, nota 3, c. 1.


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